lunes, agosto 01, 2011

Lo que fue: Lujuria en Costa Barcelona



Por Lucio Plorutti







Eléctrico. Como una corriente de 440voltios directo al sistema nervioso central, Lujuria shockea con un show lleno de adrenalina, vértigo y cruda energía; sin destilar. Fieles al origen del punk más intenso, este trío argentino contagia con su voracidad sonora que hechiza a sus intérpretes, poseídos por el poder del sonido que los envuelve hasta mimetizarlos con la distorsión de las ondas sonoras que emiten, dejando que esa energía los lleve a realizar un show bien polenta, veloz y sin estribos. Una bola sonora que crece con cada tema hasta llegar a un clímax aparentado con el descontrol de la cultura punk, inspirando al público a dejarse llevar, a perder el control también dejando que su música los lleve a soltarse, a desnudarse de todo prejuicio y timidez para experimentar “mucho de todo”, como su cantante principal y guitarrista Dohko dice.
Una voz que coquetea con la sutil tranquilidad y la agresiva explosión, un bajo tocado por Murphy que cubre muy bien los espacios vacíos puenteando el frenesí de una guitarra convertida en usina de sonido con una batería a la que Charles Monroe pone un ritmo arrollador, y a su vez llevadero. Lujuria no se privó de nada, brindando un espectáculo digno de su poder sonoro y la tradición roquera que los caracteriza, con una puesta en escena de pura espontaneidad, basada en dejarse llevar y perder el control para que ese torbellino sea lo más auténtico posible. No es una banda para quedarse sentado a escuchar, no. Invita a dejarse llevar, a fundirse con ese caos tan crudo y directo para liberarse y expresar toda la frustración en un pogo digno de la más pura libertad de expresión; primitiva, sin cánones ni pretextos, sólo sentir la música y dejar que ella sea la guía, el vehículo, la liberación.
Costa Barcelona, anfitriona inequívoca de lo realmente auténtico y distinto, calentó la noche helada del sábado con esta banda extrema dónde todos nos vimos afectados por el poder, lo áspero y directo de este trío que sólo siguió un orden claro, el de la más directa y pura expresión musical; haciendo que cada acorde sea una exclamación, cada alarido una plegaria, cada ritmo una avalancha. Con promesas de regresar a hacer vibrar la laguna, Lujuria dejó su impronta grabada en los tímpanos que aún hoy resuenan de tanta potencia sonora.



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